Queridos amigos, estudiantes, pacientes y personas que nos hacen el favor de leernos:
La Química Tere Amador ("La Calabaza") me pidió que escribiera algo para "el blog del instituto". El principal problema con el que me encuentro ahora es que no tengo ni peregrina idea de qué es un "blog".
Como algunos de Uds. saben, yo soy de la época de la regla de cálculo. De hecho, el otro día en la calle un jovencito me llamó "anciano" a lo que respondí que no soy tal cosa, sino que en realidad soy "vintage" (ahora se están poniendo de moda los coches, la música y otros objetos de los años 50. ¡Ojalá pase lo mismo con las personas!).
Bueno, el caso es que Tere dice que, con el famoso "blog" (me suena como a goma de mascar), tenemos alguna posibilidad de que alguien se interese en los secretos arcanos de la hematología que tratamos de desentrañar en esta augusta institución y, como me interesa mucho la divulgación de tal conocimiento en este momento trato de imaginar, con la frente perlada de sudor por la falta absoluta de ideas, qué le puedo decir de interesante a Ud., mi paciente lector.
Quizás deba empezar por comentar el origen del Instituto de Hematopatología.
Como probablemente alguno de Ud. sabe, yo no soy hematólogo sino anatomopatólogo. Lo que pasa es que desde tempranamente en mi formación tuve la influencia de distinguidos hematólogos como el Dr. Luis Sánchez Medal †, el Dr. Isaí Santiago †, El Dr. Romeo González †, la Dra. Soledad Córdova y el Dr. Juan Labardini quienes, con sus sabias enseñanzas, despertaron en mí el interés por la hematología. Además, mi más querido maestro el Dr. Ruy Pérez Tamayo, aunque también es patólogo, sabe todo y siempre me animó a seguir mi interés por la hematología. Hace unos 35 años (estábamos en el Instituto Nacional de la Nutrición, hoy correctamente llamado Salvador Zubirán) Ruy tenía la idea de enviarme a estudiar con el Dr. Robert Lukes, uno de los más famosos hematopatólogos del mundo, aunque esta idea nunca se materializó.
A pesar de esto mi interés por la hematología seguía presente, y como no tenía muchos casos para adquirir experiencia un buen día tomé una decisión arriesgada pero crucial: informé a toda aquella persona que quisiera oirme que yo era un experto en hematología (totalmente falso) y que si me enviaban sus casos yo haría mi mejor esfuerzo por llegar al diagnóstico (totalmente cierto). Como la gente es muy crédula y yo decía esto con gran seguridad (producto de la imbecilidad y arrogancia del joven) me empezaron a enviar casos y con ellos fui adquiriendo, poco a poco, experiencia real en hematología.
Así que soy un patólogo aficionado a la hematología y hematopatología que he aprendido de manera casi totalmente autodidacta.
En los años 70 trabajé como patólogo en el IMAN (hoy Instituto Nacional de Pediatría); en los 80 era el jefe del Departamento de Histología de la Facultad de Medicina de la UNAM.
En los 90 fundé el Instituto de Hematopatología con la idea de recibir casos con algún problema de diagnóstico. Esto es muy interesante porque recibimos gran variedad de casos interesantes de México y del resto del mundo (talasemias de China y de la India, hemoglobinopatías de África, por ejemplo).
El archivo del Instituto probablemente no es el más grande del mundo, pero sí el más variado, pues recibimos todo tipo de enfermedades hematológicas hereditarias y adquiridas, leucemias, linfomas y, recientemente, enfermedades lisosomales para las que tenemos un abordaje único que nos permite establecer el diagnóstico en menos tiempo que cualquiera de los pocos laboratorios que hacen estos estudios en otras partes del mundo.
El Instituto tiene un laboratorio de hematología-citofluorometría, uno de histopatología, uno de enfermedades lisosomales-biología molecular y uno de ilustración científica.
En próximas comunicaciones les platicaré de lo que hace cada uno de ellos y acerca de mis colaboradores, todos ellos locos y neuróticos pero geniales. Hasta el próximo "blog" ¿se dice así?....